Carta a Manolo Santander
Una de esas macabras casualidades hizo que una de las veces últimas que pude conversar contigo fuera en una de las obligadas visitas al tanatorio. Me viste viniendo sofocado y sudando a lo que me preguntaste que de dónde venía. De forma nerviosa propia de la saturación te contesté que había ido a Oporto en coche. A lo que me respondiste: “PA QUÉ?” . El arte malage de Cádiz -del cual eras unos de los estandartes- hizo que te mirara con cara de surrealismo y reventáramos de risa Meli, tú y yo. En el sitio que era, pero es que tú eras así.
Es lógico que se te valorara por tu carnaval, tu trayectoria y por ser símbolo de una generación de chirigoteros clásicos que han escrito con oro las páginas del Falla. Pero yo tuve la suerte de conocerte, de ser tu amigo y de sentirme un Santander más. Con Manolín, Palmi y Meli. Con mis amigos. Nadie sabe de esas noches en un bache de Cádiz dónde discutíamos sobre el carnaval actual, el antiguo y su esencia, esa que con mucho acierto asegurabas que se estaba diluyendo. Yo era muy joven y no entendía la profundidad de lo que me decías con la visión que dan los años y la experiencia. Mi respuesta siempre era la misma, “Manolo, tú eres mu antiguo”. Y siempre me respondías con la media sonrisa asintiendo asegurando que eras muy cerrado. Eras lo cerrado que puede ser una persona que siente con recelo como su pasión se desvirtúa y se horteriza. Tarde, aún siento decirte que tenías razón.
Siento angustia por acumular y que no se me escapen todos los recuerdos de los momentos tan mágicos que vivimos. Las anécdotas del Carota, contar las hazañas de Pepe Ríos, las nochebuenas dónde eras el rey de tu casa, explicarme cómo se hace un disfraz con menos de 50 euros, tus propuestas acerca de cómo habrías hecho tú el pasodoble, aprender a pescar “cocodrilos” en la Caleta con unos valdepeñas de más y un sinfín de historias que nos acompañaban hasta que el sol se asomaba.
Pero no todo era cachondeo. Llevo clavado en el alma el día que te enteraste que me habían despedido de mi anterior trabajo. Tu cara de preocupación se tradujo rápidamente en una frase que me marcó para siempre. Yo no sé cómo estás en tu casa, pero que tu sepas que en la mía echamos una papa más y a ti no te va a faltar un techo y un plato en la mesa. Sin importar más nada. Por suerte estaba mi familia para respaldarme, pero tú me hiciste sentir que también formaba parte de la tuya.
Manolo, me quité la espina de cantarte. Antes de tu día, de tu final. Y como siempre entendí los homenajes, en vida para que pudiéramos disfrutarlo los dos. Fundidos en un abrazo me sentí privilegiado de que el carnaval me regalara esos momentos. De unión, de amistad, y de gaditanismo. Seguiremos tu senda, la guerrillera, la de hablar de nuestros barrios, la de sentirnos gaditanos. Aunque busques abogado por si el obispo me denuncia. Aún, así seguiremos.
Cuidaremos de los tuyos. Que la tierra te sea leve amigo mío.
Germán García Rendón
Foto de portada: Canal Sur
Pasodoble a Manolo Santander. OzBDC «Uno de esos viernes largos…»
Uno de esos viernes largos
cuando acaban los ensayos
dan comienzo nuestras clases
Los apuntes de pizarra
son las tizas en la barra
de las copas en un bache
El maestro es la bandera
del futuro que se siembra
y que mira hacia el ayer
Ay, entre anécdotas perversas
una lección nueva empieza
de don Manuel Santander
Un maestro al que sus ojos brillan
los que laten por sentir su vocación
“Niño, las coplas sencillas”
puedes crear maravillas
sin pisar la tradición
Y me contagia que el apego por la tierra
son 12 años sin Delphi sin cesar la lucha obrera
Abre su casa
a sus alumnos sin cobijo
“que aquí se echa otra papa”
porque son como sus hijos
Con su palabra no hacen falta garabatos
más que un alambre oxidado
para ir a mariscar
Y nos enseña que vivir el carnaval,
es la terapia
contra la vida y contra la adversidad,
como enseñanza,
que se me clava en el alma
Hoy que es tu noche, maestro
canta tu alumno comparsista
no nací viñero
ni chirigotero
pero me gradué en tu facultad,
la de la Viña